Escrito por Daniela Wechselblatt, CFA

Como ya los mercados anticipaban, el miércoles la Reserva Federal anunció la tercera suba de tasas de interés de referencia en el año. Esta fue elevada un 0.25% ubicándose en el rango 2%-2.25%. Luego de 8 subas desde diciembre del 2015, en este momento se encuentra en el nivel más alto visto desde octubre del 2008.

En este caso hago referencia a la Fed Funds Rate, que es la tasa a la que los bancos se prestan mutuamente durante una noche es la única tasa que la Fed puede ir ajustando con el objetivo de estimular el crecimiento (al reducirla) o enfriar la economía (si la aumenta). Hoy en día, en el contexto de un ciclo de subas de tasa de interés, se la está usando para enfriar la economía americana que crece a un ritmo sostenido. EEUU presenta un nivel de inflación por encima del 2% en lo que fue del año, con máximos de 2.9% en junio y julio (sí, por encima del 2% que es el target ya se considera elevada) y una tasa de desempleo del 3.9% (por debajo del 5% se considera pleno empleo).
 
De todas formas el discurso de Powell, actual presidente de la Fed, calmó un poco las aguas al informar que la suba de tasas de interés continuará siendo gradual y de acuerdo a lo planeado. Este anuncio dio un respiro a los países emergentes dado que, como todos sabemos, cuando la Fed sube las tasas de interés el efecto termina resultando en una “aspiradora” de dólares desde estos países hacia EEUU atraídos por las tasas de interés en aumento.
 
La consecuencia es que los inversores venden las monedas de los países emergentes para posicionarse en dólares, naturalmente haciendo que las primeras se deprecien frente al dólar. En este caso, como la suba ya estaba casi descontada al 100% por el mercado, el movimiento fue suave. Esta es una de las claves del buen funcionamiento de los bancos centrales: dar previsibilidad. Como podemos ver en el gráfico a continuación, el mercado descuenta con un 75% de probabilidades una nueva suba de tasas para diciembre.

 
Qué pasa por nuestros pagos
 
En el mismo día que fue anunciada la suba, en Argentina teníamos la atención puesta en nuestra propia película. En particular, durante el miércoles que pasó toda la expectativa estuvo colocada en conocer los detalles del nuevo acuerdo con el FMI.
 
El refuerzo monetario que se consiguió es algo modesto, el préstamo será por 57,1 mil millones de dólares en vez de los 50 mil millones acordados inicialmente. Pero el FMI no regala nada. La novedad se encuentra en el sistema de bandas de flotación cambiaria que se movería entre $34 y $44, actualizándose diariamente a un ritmo del 3% mensual.
En la práctica, más que “banda” sería solamente un “techo”, a menos que alguien crea que la cotización pueda realmente llegar a 34 pesos por dólar. La prueba de fuego se dará si el tipo de cambio toca el techo, donde el BCRA sólo está autorizado a intervenir vendiendo hasta USD 150 millones diarios. Ahí veremos qué cartas jugará la entidad monetaria.
 
 
¿Qué es lo que el FMI busca con esta exigencia?
 
Lo que pretende es que no se quemen los dólares del préstamo en continuos intentos de controlar el tipo de cambio como se viene haciendo hasta ahora. Por el contrario, apunta a que se usen los fondos para cumplir con las obligaciones de pago durante este año y el que viene. El objetivo final de este acuerdo y lo que se viene tratando de conseguir hace meses desde que se empezó a coquetear con el FMI es asegurar pagos de deuda hasta las elecciones y no depender de lo que pase con la suba de tasas de interés en EEUU o que le recemos a “San Soja”, dado que ambos eventos escapan al control del gobierno. Considerando estos objetivos, el gran problema se encuentra en lo que podría ocurrir después de las elecciones de 2019. Claramente, están pateando la pelota para adelante. Mucho se habla del monto del préstamo pero no de cuándo se deberá empezar a pagar. Los vencimientos de deuda con el fondo empiezan en el 2021.
 
Bajo estos lineamientos, el BCRA realiza otro nuevo intento de domar al dólar y espantar los miedos de corridas cambiarias futuras, que es un factor clave para poder recomponer el crecimiento económico. Si queremos que en algún momento se nos vuelva a abrir el mercado de crédito, se debe trabajar duro en reestablecer la confianza de los inversores.
 
Tomando palabras de Warren Buffett, “Se necesitan 20 años para construir una reputación y cinco minutos para arruinarla. Si pensáramos acerca de eso, haríamos las cosas de manera diferente”. Veremos si esta vez finalmente lo logramos.
 

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