Escrito por Daniela Wechselblatt, CFA – Columna para Perfil

 

Uno de los principales problemas que venía enfrentando el gobierno durante los últimos meses es el desgaste de la imagen del presidente. Un desgaste ocasionado por una economía endeble que pende de un hilo y que parecía no encontrar el rumbo. Con tasas de interés exorbitantes que asfixian cualquier intento de respiro de las Pymes e inflación para el 2018 que superará el 45%, es una recesión que pareció haber llegado para quedarse.

 

Luego del papelón de los “tirapiedras” antes de que empiece el partido Boca-River y con un nivel de expectativas casi por el piso, el hecho de al menos no “dar la nota” durante este evento iba a ser considerado todo un logro. Es como cuando una compañía va a presentar los resultados de los balances, si la expectativa de ganancias es muy baja, cualquier número mediocre que dé apenas por encima va a ser suficiente para que el precio de la acción reaccione positivamente. Ni que hablar si las ganancias reportadas terminan siendo realmente buenas.

 

Claro está que un G20 exitoso no va a resolver todo los problemas que tenemos como país. Pero sí sabemos que ayuda a reconstruir la confianza dañada. La sensación del inversor externo es que “no van a dejar que la economía argentina caiga tan fácilmente”.

 

Una mejora en la confianza de los argentinos en el gobierno repercute directamente en la estabilidad cambiaria. Y la confianza de los inversores externos ayuda a conseguir más opciones de financiamiento. Este envión tiene que ser aprovechado y capitalizado.

 

El mercado argentino abre con fuertes alzas como consecuencia del éxito de la cumbre.

 

Hace tiempo que conviven dos lecturas de la realidad. Como asesora financiera, cuando escucho a los inversores argentinos la película es mucho más trágica que la que ven los inversores del exterior:

 

  • Argentinos: sentimos y vivimos el ajuste. Vemos la debacle, la crisis, el cierre de fábricas, la disminución del consumo. La cuenta de luz subiendo todos los meses, los salarios que en términos reales cada vez son más bajos, aumento de presión impositiva, el tipo de cambio inestable que no nos deja dormir, el peso devaluado que complica las vacaciones en el exterior y un sinfín de realidades que afectan el día a día de cada uno de los ciudadanos de este país.

 

  • Extranjeros: Los inversores del exterior entienden que la Argentina está pasando por un periodo con muchos desafíos económicos. Con una suba de tasas de interés en EEUU que afecta a todos los países emergentes y perjudica el acceso al crédito, un déficit fiscal excesivo que debe ser reducido y que justamente es lo que afecta el humor de los argentinos. A pesar de que no se sabe cómo va a terminar la historia y si se logrará salir de la crisis con éxito, la opinión general es que el gobierno por primera vez está comprometido con la reducción del déficit fiscal. La fuerte devaluación ayuda a que el país recupere la competitividad, además de que la licuación del gasto también nos acerca al objetivo del déficit fiscal primario cero para el 2019, condición fundamental impuesta por el FMI.

 

 

Sabemos que Macri carga con la responsabilidad de hacer el trabajo sucio que ningún mandatario quiere hacer, que es el ajuste. Y es algo que no se hace por convicción, nadie quiere ser el villano de la película. De hecho, se postergó el ajuste los primeros dos años del gobierno por no querer enfrentar la situación y ahora pagamos las consecuencias con el cierre del crédito externo. Es el trabajo que Temer hizo en Brasil y que le costó caro: la impopularidad. La diferencia con el mandatario brasileño es que no se presentó como candidato en las elecciones mientras que la intención de Cambiemos es hacerlo.

 

Estamos de acuerdo sobre el punto al que hay que llegar. Ahora, la forma en que se manejan las cuestiones deja mucho que desear, desprolijidad, cambio de reglas, idas y vueltas. El deseo del presidente Macri de querer quedar bien con todos y que lo convierte en un excelente anfitrión para un evento como el G20, es su talón de Aquiles cuando se trata de negociar con la oposición donde termina cediendo demasiado a las presiones. Un ejemplo de esto fue cuando se accedió a gravar la renta financiera por iniciativa de Massa, erosionando la confianza de los inversores locales y extranjeros. Hay mucho por trabajar en cuanto a la comunicación y esto será un tema altamente sensible durante el año electoral.

 

Se trata de una oportunidad única que tiene el gobierno para capitalizar la imagen positiva que les dejó este evento en el que quedó en evidencia el apoyo de las principales potencias del mundo. Debería apalancarse en esta pequeña base de confianza lograda y hacerle entender al electorado que un gobierno populista puede echar todo a perder. De todas formas, lo que determinará el humor del pueblo argentino el año próximo vendrá de la mano del éxito o fracaso en el plano económico.

 

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