Escrito por Daniela Wechselblatt, CFA

En estos momentos en que muchos inversores se inclinan a los activos argentinos por ser exentos de impuestos, no está de más recordar los beneficios de la diversificación.

Cuando hablamos de diversificar, nos referimos nada más ni nada menos que a la idea de “no poner todos los huevos en una canasta”, porque el peligro de no hacerlo nos lleva a un solo camino: perderlo todo.

Imaginemos que tenemos cierta cantidad de dinero ahorrado y lo usamos para invertir en acciones de una sola empresa. Si esta compañía llegar a registrar algún problema, o hasta quebrara, toda nuestra inversión se vería afectada. Es peligroso dejar que nuestra rentabilidad dependa del desempeño de una sola compañía. La misma lógica podemos trasladarla a las inversiones en un mismo país. Si alguna crisis llega a golpear la puerta, toda nuestra cartera de inversión se verá afectada. Así como el resultado de las PASO sigue reforzando un buen panorama para la Argentina, siempre debemos estar preparados para escenarios adversos.

 

¿Qué pasa si dividimos el capital entre varios tipos de activos?

En este caso la rentabilidad depende del promedio de la rentabilidad de todos los activos que componen el portafolio, y las ganancias de unos pueden compensar las pérdidas de otros. Pero lo que es clave y que agrega valor es que el riesgo total de la cartera no es simplemente el promedio ponderado de los riesgos de los activos individuales, sino que se tiene en cuenta la correlación que mantienen entre sí.

 

¿Qué es el coeficiente de correlación?

Tiene un valor acotado entre -1 y +1. Los valores cercanos a cero indican que no hay asociación entre las variables. Valores cercanos a uno indican una asociación fuerte, mientras que los valores cercanos a menos uno indican una asociación fuerte, pero inversa. Veamos que ocurre teóricamente si tuviéramos dos activos en cartera inversamente correlacionado, el E y el F.

Parece que hubiésemos descubierto la fórmula para no perder nunca, o perder lo menos posible. Pero no tan rápido, el desafío real es encontrar activos que tengan correlación negativa, y esto no es tarea sencilla.

 

El oro, por ejemplo, es el activo que suele estar menos correlacionado con el resto. Sobre todo, si lo comparamos con las acciones americanas. Tiene sentido ya que el oro es un activo de resguardo de valor, contra-cíclico, al que los capitales acuden cuando las papas queman y se produce el famoso “fly to quality” (vuelo a la calidad).

 

El coeficiente de correlación no es un dato fijo, se calcula en periodos de tiempo específicos. Con lo cual, puede ir variando a lo largo del tiempo. El el cuadro a continuación, aunque nos puede marear con tantos números, simplemente nos muestra las correlaciones entre diferentes ETFs desde el 6/4/2009 hasta hoy. Por ejemplo, vemos que la correlación entre el ETF de los bonos del tesoro americano con vencimiento mayor a 20 años (TLT – iShares 20+ Year Treasury Bond) tiene una correlación negativa con respecto a las acciones americanas (VTI –Vanguard Total Stock Market ETF), siguiendo un razonamiento parecido al caso del oro.

Retomando la idea del inicio, cuando invertimos sólo en activos argentinos, perdemos los beneficios de tener instrumentos con baja correlación y, en consecuencia, tenemos una cartera con escasa o nula diversificación. No es la idea ser aguafiestas, pero la diversificación que se logra incluyendo activos del exterior simplemente suma.

 

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