Escrito por Daniela Wechselblatt, CFA – Columna para Perfil
La inversión en bonos es de las más conservadoras que existen. ¿Por qué? Porque estamos colocando nuestro dinero en el único tipo de activo que tiene un flujo de fondos predecible y que lo conocemos con anticipación.
Entiendo que al leer estas líneas muchos estarán pensando en los bonos argentinos y en el elevado riesgo de default que poseen. Sí, es cierto. Pero los bonos argentinos son la excepción. Así como cualquier empresa que podría quebrar es la excepción a la regla. Es un tipo de riesgo con fuerte impacto en nuestra cartera de inversión, pero con baja probabilidad de ocurrencia. Entonces, ¿cuál es la clave de la inversión en bonos? La diversificación. Por ejemplo, si colocáramos nuestro dinero en 20 emisores diferentes con un porcentaje máximo de nuestra cartera por emisor del 5%, en caso de que uno de ellos tenga inconvenientes de pago, nuestra potencial pérdida esta limitada a ese 5%, un valor completamente recuperable en el lapso de un año asumiendo una rentabilidad promedio anual de ese porcentaje.
Tengamos en cuenta que no debemos caer en ciertas falacias de diversificación. Es el caso de quienes eligen el mismo emisor, por ejemplo deuda argentina, “diversificando” en diferentes vencimientos. La realidad es que si Argentina entra en cesación de pagos el emisor es siempre el mismo (a menos que vayamos a deuda provincial o corporativa, que de todas formas está fuertemente correlacionada pero técnicamente el emisor es diferente).
Bonos corporativos americanos
Los bonos corporativos americanos son un instrumento muy común para incorporar en las carteras de inversión. ¿Por qué? Porque en un entorno mundial de tasas negativas como el actual, son de los pocos bonos que todavía rinden. Y si nuestro principal riesgo es el default, que mejor que ver estadísticas. El siguiente cuadro es un estudio de la calificadora de riesgo Standard and Poors que muestra las estadísticas de default que hubo desde el 2011 al 2018 de emisores americanos clasificados por calificación crediticia.
Podemos afirmar que la cesación de pagos en compañías grado de inversión en este periodo fue casi nula (excepto en 2011 que hubo un 0.41% de empresas defaulteadas con calificación BBB-), y que hubo muy pocos inconvenientes con los pagos de las empresas con calificación de BB+ a BB-. Los problemas se concentran en los emisores calificados como CCC que están realmente al borde del default.
A modo comparativo podemos ver qué ocurrió en el 2008, peor año de la crisis subprime en EEUU.
Es claro que el porcentaje de compañías que entraron en default se disparó, pero de todas formas estamos hablando de porcentajes bajos. Lo más “alarmante” es el 1.15% de empresas con calificación AA aunque no deja de ser un poco más que una sola compañía en 100.
A modo de conclusión, podemos decir que el potencial default de una empresa es un tipo de riesgo que puede llegar a golpear el portafolio de inversión fuertemente. Es por eso se requiere un análisis constante de los emisores que tenemos en cartera, aunque su probabilidad de ocurrencia es muy baja incluso en escenarios de crisis económica. Como no es imposible, la clave sigue siendo diversificar emisores. Argentina, por su lado, tiene como mínimo 4 defaults en su haber a lo largo de la historia (sin contar el default selectivo del 2014), con lo cual debemos entender que al comprar bonos argentinos, estamos prestándole nuestro dinero a un país con un historial crediticio altamente peligroso, sin importar en qué contexto nos encontremos o que beneficios fiscales nos prometan. Esto siempre lo debemos tener presente porque de acá a algunos años la historia se puede repetir.